Vieja y nueva política en el Paraguay

Asunción, Paraguay – En las próximas elecciones de abril del presente año, dos modelos de política, antitéticos y antagonistas, se enfrentarán en el Paraguay.

 

 

 

 

 

 

 

 

Los dos modelos por un lado es el tradicional que representa los partidos históricos; y otra nueva que emerge de los partidos y movimientos progresistas, sí plantean una sustancial y a la vez gradual transformación del status quo social y por ende económico.

En medio de ellos se colocan dos grupos menores, que representan por un lado a la plutocracia local y por otro a un ex-militar, escuálido sobreviviente de la era stronista.

¿Cuáles son las características distintivas de estos dos modelos de política en próxima confrontación electoral ?

En tal sentido podemos afirmar que los Partidos Tradicionales , diferenciados entre sí solo por el color de sus símbolos y por el ritmo de sus polcas. Se asemejan profundamente uno a otro, como dos hermanos gemelos, por la poca transparencia en el manejo del bien público, manifestado alternativamente en más de 150 años de vida nacional, desde la hecatombe de la Guerra de la Triple Alianza hasta nuestros días .

Podemos partir del planteamiento que en los últimos 150 años los movimientos sociales y partidos distintos a los tradicionales – a excepción del pequeño interregno de la presidencia de Lugo – no tuvieron representación política alguna. Quedando éstos al margen de la esfera pública, el estado actual del Paraguay en gran medida se permite percibirse como consecuencia de la mala gestión del sector tradicional.

¿Cómo es el Paraguay – que poco a poco acostumbramos a llamar emergente – sí rascamos la superficie? A pesar de un incremento de 6% del PIB encontramos tasas galopantes de desigualdad social, muy elevada proporción de economía sumergida, un sistema virtualmente inexistente de redistribución social y altas tasas de concentración de riqueza y corrupción.

Lo que se denomina bajo el término Proceso de Cambio en una breve experiencia de gobierno, demostró mayor capacidad de respuesta a los imperativos de la modernización del país, pudiendo articular iniciativas de la sociedad civil en políticas institucionales. Este proyecto de gobierno acertadamente reconoció el potencial que significa para el crecimiento del Paraguay la inserción de masas de consumidores en la economía local, sacándolos de un estado económico vegetativo en que se encontraban en los últimos 150 años.

Los programas sociales impulsadas en el país después del 2008, no son medidas, digamos, negociables. Los objetivos de la reforma tributaria, los primeros pasos en la solución del problema de las tierras mal habidas, la asistencia social primaria y gratuita, la renegociación de los precios de la energía eléctrica, los programas de alfabetización van más allá de ser meros políticas de filantropía. Son cimientos de un Paraguay que pretende crear alguna forma de bienestar social generalizado, o al menos superar la fase preindustrial en el que reposa hace tiempo.

Los protagonistas del Proceso de Cambio quedaron después de la destitución de Lugo, en un verdadero estado shock, demostrándose incapaces de organizar un “cartel unitario”. Por motivos de orden táctico, ideológico, de infantilismo político o de contaminación con los vicios de la vieja política, se están presentando fraccionados en la próxima competición electoral , con riesgo de perder así la oportunidad de obtener un número consistente de representantes en el futuro parlamento, con capacidad de tratar y de condicionar , al menos parcialmente, el futuro gobierno.

Los números no son muy prometedores para la izquierda fragmentada: Cartes lidera la listas, aunque el porcentaje de votantes indecisos alcanza casi un 40%, por lo que la oposición todavía tiene instrumentos para causarle un ligero dolor de cabeza al partido colorado (ANR). (por E’A)

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