Maniobrando sobra la marcha, el país caribeño acomete desde hace un año la “actualización” de un modelo centralista y estatalizado que durante medio siglo fue incapaz de crear riqueza y subsidia millones de empleos improductivos. El economista Alberto Betancourt, de 69 años, encargado de observar el desarrollo de la liberalización en curso y de informar de sus conclusiones al Gobierno de Raúl Castro, visitó España para explicar la evolución de las más de 300 reformas estructurales y legales aprobadas por el último congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC).
“En Cuba no hay cambios políticos”, advierte Betancourt durante una entrevista sobre la inversión extranjera y la iniciativa privada en la isla, cuyo objetivo fundamental es ahorrar al Estado la manutención de 900.000 empleos públicos en el quinquenio 2011-2016: casi el 20% de la población laboral activa, estimada en 5,1 millones de personas. “Queremos que el trabajo y el salario sean la principal fuente de ingresos de los cubanos, y eso se tiene que lograr por la vía de la productividad”.
Betancourt informa de que 380.000 cubanos administran pequeños negocios y confía en que a final de año sean ya medio millón. Los restaurantes, el transporte (taxistas y camioneros) y el comercio minorista son los tres sectores donde se concentra el mayor número de trabajadores por cuenta propia que podrán asociarse, aunque dentro del paraguas de la comunista Central de Trabajadores de Cuba (CTC).
Salvando las diferencias, China y España son los países más abiertos a la participación empresarial en la mayor de las Antillas, según Betancourt. Cuba batalla, pues, en dos frentes: la controlada promoción de los trabajos por cuenta propia y la captación de inversión extranjera, pero sin ceder el poder en los sectores que considera de propiedad estatal irrenunciable. La ecuación no es fácil y el país corre el peligro de que la inversión disponible se instale en mercados más abiertos. (elpaís)