En varias escuelas de baile existe la posibilidad de aprender tango de profesores que enseñan en diferentes estilos, y casi todos los días de la semana se puede ir a una milonga, o sea, a una noche de tango. Obviamente existe alguna diferencia entre el ambiente de tango en Budapest y el de Montevideo. Originalmente yo no quería aprender tango, pero durante mi estancia en Montevideo notaba que esta música y baile marcaba profundamente la cultura local, por eso decidí visitar una clase, para conocerlo mejor. Después de la primera clase ya no pude parar. Existen diferentes posibilidades en Montevideo para aprender tango. Se puede buscar maestros profesionales, quienes viven de la enseñanza, y de ellos se puede tomar clases particulares o en grupo por dinero. Uno de los lugares más conocidos es el Joven Tango, que se encuentra en el edificio del Mercado Artesanal, en una calle llamada San José, paralela a la calle principal del centro, 18 de Julio.
La especialidad del sitio es que por las noches se organizan milongas gratis, donde al contrario de lo que se espera del nombre del sitio, al principio solamente se encuentran los miembros de las generaciones de mayor edad.
Otra posibilidad participar en la Casa de Juventud, en las clases gratis, dirigidas a los menores de 30 años, que empezaron a organizar hace pocos años dentro del marco del movimiento de la Avalancha Tanguera. Estas clases fueron puestas en marcha para promover y poner al alcance de los jóvenes el tango. A pesar de que a principios del año hay que apuntarse para las plazas disponibles, y según la publicación son solamente accesibles para los menores de 30 años, en realidad las puertas están abiertas a todo el mundo. La ubicación es también céntrica. El lugar, Casa de la Juventud, se encuentra en frente del edificio principal de la universidad pública, la llamada Universidad de la República. Es un taller, fácilmente accesible para los universitarios. Por lo menos 40 personas amantes del baile se encuentran aquí desde principiantes hasta avanzados para dedicar dos horas para las clases de tango, y después en la milonga de la noche, pueden poner en práctica en las pistas del Joven Tango el conocimiento recién adquirido.
La tercera posibilidad es ir a los talleres. En estos sitios los profesores no son profesionales, pero con mucho conocimiento sobre el baile, enseñan el tango, sobre todo por propia diversión y no tanto por la intención de ganar dinero. Al final de la clases los alumnos pueden poner en una gorra la cantidad de dinero que pueden dedicar a este fin, pero sin esto también están bienvenidos a las clases. A estos lugares puede venir cualquiera, esté en el nivel que esté. Los miembros siempre cambian, solamente hay pocos participantes fijos, que vienen cada semana. La clases siempre se ajustan al nivel de los que están presentes, al principio caminamos, precalentamos con juegos de balanza y de introducción al baile. Después vienen los ejercicios que realizamos en parejas. No existen parejas fijas, todo el mundo baila con todo el mundo. Hay cambio de pareja muy a menudo. Las mujeres puede formar pareja con mujeres, ellas también aprenden a llevar.
Yo también he conocido el tango en un sitio así. Mis profesores, Cristian y Fiorela son personas muy interesantes y altruistas. El lugar era una casa antigua, oscura, típica colonial, en el barrio del Centro. La habitación dónde daban las clases era totalmente vacía, sin muebles, había solamente una lámpara conectada a un alargador para proporcionar un poco de luz, y no podía faltar en la esquina un tocadiscos, del que ponían la música, la dueña de la mayor colección de vinilo de tango del país, Mónica. En casas así, de construcción antigua, dejada, viven muchos, por supuesto que no se trata de la clase alta de Uruguay. El diseño es siempre el mismo, hay un pasillo largo, con 5-7 habitaciones alrededor y al final un único baño. Solamente tienen ventanas las habitaciones que dan a la calle, calefacción no hay. En estas casas, cuando ya no son aptas para vivir en ellas, se organizan talleres, eventos culturales, espectáculos de teatro o fiestas. Estos lugares tienen nombres puestos por los jóvenes, como por ejemplo la Casa del Árbol, Kamaleon. Las noticias sobre los eventos se pasan de boca a boca.
Yo iba al Nukleo a aprender tango. Las tres personas que daban las clases, los dos profesores y la mujer responsable de la música, son amantes del tango, y este sentimiento nos lo podían transmitir fácilmente. Se creó muy buen ambiente todas las noches en la penumbra, donde muchas veces duraba la sesión hasta tres horas. Después de la clase hicimos una pequeña milonga, donde algunas veces, por la suerte de las personas presentes, a veces se podía bailar con música en vivo. La pareja de Fiorela, no nos puede sorprender, que es un cantante y guitarrista de tango, Andrés, quién en ocasiones nos visitó con sus compañeros músicos y tocaron para nosotros. Eso muchas veces ha sido tan impresionante, que nadie se atrevía a bailar, solamente podíamos escuchar la música.
Los chicos todos los domingos tocaban en un restaurante italiano en el mayor mercado del país, en Tristán Narvaja. Aquí se podía escuchar la melodía de un bandoneón muy antiguo, fabricado de materiales originales, madera, marfil y cartón.
En la ciudad las milongas son gratis y la mayoría de las personas vienen para bailar, aunque se puede encontrar algunos curioseando, que vienen solamente para alegrar la vista o para socializar. En la pista todo el mundo baila con todo el mundo. Según mi opinión con los mayores es con quien mejor se baila, ellos tienen más experiencia, y llevan tan bien a su pareja, que hasta un principiante como yo puede disfrutar del baile con ellos. Además, se puede aprender mucho de ellos. Por allí las personas no son tímidas, no guardan distancia como nosotros. El “abrazo tanguero” es un abrazo verdadero, en el “abrazo abierto” también. Se puede sentir la energía. Para mí esto ha sido una de las cosas maravillosas del tango, que con cualquier desconocido se podía ir a bailar, y de repente, te encuentras en una relación tan cercana a través del baile. Eso para una persona de Europa Central o del Este al principio puede ser extraño, pero para mí, después de tantos años de experiencia con personas mediterráneas y latinas ya no era tan difícil.
Hay muchas milongas en Montevideo. Una de mis favoritas es la del Pisotón. La especialidad del sitio es que aquí muchas veces podemos escuchar música en vivo, y podemos apreciar los pasos de los mejores bailarines de tango. Además de esto yo conocía otros cuatro sitios para la milonga, hay variedad suficiente. En la mayoría de los sitios, los tangueros experimentados dominan la pista, pero como ya he mencionado, aparecen cada vez más jóvenes en los últimos años, así ya hay milongas donde los principiantes también pueden practicar libremente. Los tangueros forman un circulo más o menos cerrado, pero si una chica principiante va a una milonga, no tiene que preocuparse por quedarse sin pareja. A mí siempre me pidieron a bailar independientemente de mi nivel. Siempre se encuentra alguien, quién con gusto enseña nuevos pasos.
Ahora que estoy en Budapest, estoy muy feliz por tener posibilidad de seguir disfrutando de este baile. Ha sido difícil el comienzo, pero hoy ya siento que me he integrado en la comunidad tanguera de Hungría. Antes de mi estancia en Uruguay no sabía nada sobre el tango, tampoco, que en Hungría hay tantas personas que bailan en un nivel tan alto. Existe por supuesto alguna diferencia entre las costumbres de allí y de aquí, pero eso también muestra la variedad del tango.