Teresa Carreño – una pianista venezolana

Caracas, Venezuela – El 22 de diciembre de 1853, nace en la ciudad de Caracas, una niña que lleva por nombre: María Teresa Carreño y Toro, conocida cariñosamente por todos como Teresita Carreño. Fueron sus padres Manuel Antonio Carreño, hombre de una vasta cultura, autor del “Manual  de Urbanidad y Buenas  Maneras” y  Clorinda  García de Sena y Toro, sobrina de María Teresa Toro, la esposa de El Libertador.

 

Estos muy pronto se dieron cuenta de que su pequeña hija poseía un extraordinario talento para la música y para la composición. Teresita superaba en mucho los conocimientos de sus profesores.
A la edad de cinco años ya mostraba un especial interés por el piano.
Su primer maestro fue su propio padre, a quien correspondió el honor de encaminar la vocación de su pequeña hija, llamada con el paso del tiempo  a convertirse en una de las pianistas más famosas del mundo. Un día para estimularla le dijo: “Teresita sé que puedes tocar este estudio en Do, esto es fácil, pero creo que no lo puedes hacer en Si; sería exigir demasiado en una niña tan pequeña como tú”. Al día siguiente la niña no sólo lo tocaba en Si: sino que lo hizo por entero en todos los tonos.
Después de muchas reuniones  y conversaciones familiares para buscarle la mejor salida a la educación  y formación de la niña, sus padres toman una decisión. Viajar a los Estados Unidos, en la seguridad de que allí encontrarían el ambiente artístico mas propicio para su hija
El 7 de julio de  1862, cuando apenas tenía nueve años de edad, Teresita parte del Puerto de La Guaira rumbo al exterior con sus padres y su pequeño hermano Manuel.
La brillante carrera artística de Teresa Carreño, puede decirse que comenzó en el neoyorquino local para conciertos: Irving Hall, donde realiza su primer recital en función privada, el 7 de noviembre de 1862. El 25 de ese mismo mes da en este local su primer recital de carácter público. El programa comenzó con el “Rondó Brillante” de Hummel, con acompañamiento de quinteto de cuerdas (primero y segundo violines, viola, violoncello y doble bajo), bajo la batuta del joven Theodore Thomas, al culminar la interpretación, la sala se estremeció por la euforia colectiva expresada a través de estruendosos aplausos. Había nacido un ídolo. La comparaban con Liszt, Rossini, Thalberg y el mismo Chopin.
Teresa Carreño fue admirada por los grandes compositores y pianista de la época.
En una ocasión Liszt, le dijo   las siguientes palabras:”Dios te ha dado el más grande de los dones; el genio. Trabaja, desarrolla tu talento, sobre todo sé fiel a ti misma…”
Teresa Carreño, recorrió el mundo entero  dejando en cada lugar en cada país que visitó su recuerdo inolvidable, de su genio musical. Siempre dejando en alto nuestro tricolor patrio. Era Teresa Carreño, una mujer de incomparable belleza, quien siempre mostró una entereza espiritual  aún ante la desdicha y la desgracia a las que supo sobreponerse con gallardía.

teresa_carreno_pianistaLos comentaristas y críticos de entonces le acreditaban el poder de Liszt, la seguridad de Thalberg y la expresión de Chopin.
El gran compositor alemán  Brahms, en una oportunidad le expresó: “Ud. No es una pianista, usted es un pianista, quizá el mejor pianista de nuestro tiempo”
La pianística universal tiene  en Teresa Carreño, a una de sus más acrisoladas figuras ejecutantes. Para la época en que muere esta gran figura de las artes musicales, no se contaba con una adecuada tecnología para la grabación  del sonido, como hoy conocemos. Existen, si, algunas grabaciones que debido a sus faltas de fidelidad sonora, no permiten apreciar en toda su magnitud  el genio de esta excelsa pianista venezolana. Y si a esto agregamos que su condición de madre le absorbía el tiempo necesario para componer, podemos entender porque su nombre no ilumina con el fulgor de sus días.

Siempre quiso que sus restos descansaran en su patria Venezuela. Entre sus últimos deseos estuvo  el de que su cuerpo fuera incinerado.
Teresa Carreño, muere en Nueva York, el 12 de junio de 1917 a la edad de 64 años.
Sus restos mortales fueron depositados en un ánfora de bronce diseñada por el escultor venezolano, Nicolás Veloz. El ánfora  incineraria fue colocada en el Cementerio General del Sur en la ciudad de Caracas. Posteriormente sus restos son trasladados a un sarcófago del Panteón Nacional.

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