La chica de Ipanema cumple 50 años

RIO DE JANEIRO – Niña de cuerpo dorado, con un contoneo de caderas que es todo un poema. Ya sabe de qué estamos hablando. De la Chica de Ipanema.
Este clásico del bossa nova es tan popular que seguramente lo ha escuchado en el teléfono, en un ascensor o en un café de Beirut o Bangkok. De lo que no hay duda es de que lo escuchó.

 

Lo ha cantado todo el mundo, desde artistas mediocres hasta Frank Sinatra y Amy Winehouse, y es el segundo tema más grabado del mundo, según la revista Performing Songwriter.
La canción, inspirada por una muchacha que pasaba delante de los autores del tema, que estaban sentados en un bar de la playa, fue una especie de presentación mundial de Río de Janeiro. Ahora, con 50 años de vida, el paso del tiempo no ha hecho sino aumentar su encanto, añadiéndole un toque de nostalgia a este himno a la belleza y la juventud.
“Me encanta esta música. He buscado este sitio” que describe, comentó la turista venezolana Xiomara Castillo mientras tomaba con su esposo fotos en el bar de Ipanema donde los autores del tema vieron pasar a la muchacha bonita. “Para mí, Río de Janeiro es esa canción, es bossa nova. La ciudad tiene su ritmo, su encanto, su sensualidad”.
La letra y la música de la canción describen una ciudad tranquila, de palmas y un cielo azul, despreocupadamente bañada por el sol.
Río de Janeiro está en la “ligereza de la canción, en su elegancia absoluta, en la manera en la que no se toma seriamente a sí misma”, dijo Ruy Castro, escritor y periodista que ha relatado la historia de la ciudad, su música y su vida nocturna.
La chica que “se contonea dulcemente al caminar” fue conocida por el público en 1962, en un pequeño club nocturno de Copacabana.
Juntos en el escenario, por primera y única vez, estaban los creadores del bossa nova: Tom Jobim en el piano y Joao Gilberto en la guitarra, con la ayuda del poeta Vinicius de Moraes, quien le dio a la chica su letra. También actuó el grupo vocal Os Cariocas.
El bossa nova todavía era joven, casi una novedad en Río de Janeiro, su nombre significaba “nueva forma” y así era: fresco y un acercamiento con un toque de jazz a la música más popular de Brasil, la samba.
El ritmo era el mismo, pero mientras que la samba era catártica, comunal y a base de percusiones y voces poderosas, el bossa nova era íntimo, contemplativo: sólo un cantante y una canción. La melodía, en guitarra y piano, sobresalía; la percusión se reducía, tocándose sólo con escobillas para una textura mas suave que remitía a una ola deshaciéndose sobre la arena.
El concierto de 1962 en el club Au Bon Gourmet estableció al bossa nova, escribió Castro en su libro sobre el género. No sólo presentó a la “chica” de Jobim sino a otros clásicos del género como So danco samba y Samba da bencao, que también se tocaron por primera vez en público.
El pequeño club nocturno, de seis metros por 40 (20 pies por 130), agotaba sus entradas cada noche cuando los clientes se dieron cuenta que estaban frente a algo extraordinario en ese pequeño escenario. (elnuevoherald)

 

 

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