¿Por qué hay Madres de Plaza de Mayo que no buscan a sus hijos?

Buenos Aires: El 17 de junio de 1975, Alejandro Almeida le dijo a su madre, “Taty”, “voy a salir, ya vengo”. Ella nunca más lo vio ni supo dónde quedaron sus restos. Alejandro fue una de las numerosas víctimas de la violencia política que arrasó a Argentina, entre mediados de los años setenta y principios de los ochenta.

Pero su caso es emblemático, porque el hijo de “Taty” Almeida es uno de los desaparecidos.
Es parte de las más de 30.000 personas que, según organismos de derechos humanos, fueron asesinadas por grupos armados de extrema derecha o la junta militar que gobernó en la época y de cuyos restos se desconoce su paradero.
Una de las organizaciones que más visiblemente pidió que se esclareciese esta situación la conformaron las madres de estos desaparecidos: Madres de Plaza de Mayo.

 

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Este lunes, el movimiento cumple 35 años de existencia. Un período en el que han denunciado lo que le sucedió a sus hijos en medio de un ambiente de escasas garantías constitucionales y, en ocasiones, hasta de peligro de muerte.

Décadas después, muchas de iniciadoras de esta agrupación han fallecido, sin saber qué fue de sus seres queridos. Sólo se presume que fueron arrestados, torturados y asesinados de diferentes maneras.

Dos formas de pensar

El 30 de abril de 1977, un grupo de madres de detenidos (que aún no sabían que en realidad serían desaparecidos) decidió juntarse en la Plaza de Mayo, de Buenos Aires.

“El objetivo era llevarle una carta a (Jorge) Videla (presidente de la junta militar de ese entonces)”, recuerda Hebe de Bonafini, de 83 años, y una de las madres que estuvo en ese momento.
La fecha marcó el inicio de una búsqueda que lleva décadas. Se trataba de personas como De Bonafini, que vio cómo a dos de sus hijos y su nuera se los llevaron los servicios de seguridad y nunca más supo de ellos.
Pero en 1986, ya cuando había vuelto la democracia a Argentina, lo que comenzó llamándose Madres de Plaza de Mayo se fracturó ideológicamente, de manera irreversible.
De Bonafini tomó las riendas de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, mientras que otras madres se agruparon bajo la organización Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora (a la que pertenece Almeida).

Fechas clave
El 30 de abril de 1977, un grupo de madres de desaparecidos fue a la Plaza de Mayo, en Buenos Aires, para pedirle al gobierno militar información sobre sus hijos.
El 6 de diciembre de 1977, el segundo hijo de Hebe de Bonafini fue secuestrado por las autoridades. El primer hijo ya había sido detenido en febrero. Meses después su nuera también fue arrestada. Nunca los volvió a ver.
Entre el 8 y el 10 de diciembre, un grupo de militares se llevó a las tres mujeres fundadoras del movimiento de madres, junto a otras 12 personas, incluyendo a dos monjas francesas. Las mujeres fueron arrojadas vivas al Río de la Plata, tras sufrir tormentos agudos.
En 1978, los periodistas que visitaron Argentina para cubrir el Mundial de Fútbol, entrevistaron a las madres en Plaza de Mayo y comenzó a divulgarse su lucha internacionalmente.
En 1980, gracias a las donaciones recibidas del exterior, la organización se convirtió en sociedad civil y adquirió una sede.
Tres años después del regreso a la democracia, en 1986, el movimiento se dividió en la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, liderado por De Bonafini, y las que se agruparon como Línea Fundadora.
En 1999 Madres de Plaza de Mayo recibió el premio Unesco “Educación por la Paz”.
Una de las diferencias principales que llevó a la ruptura era el planteamiento de buscar o no buscar a los hijos arrebatados por el gobierno militar o grupos armados. Para un lado era necesario apoyar la búsqueda, para el otro había que pensar como colectivo y no individualizar cada caso. “Si hay madres para las que es importante que les devuelvan un cuerpo y enterrarlo, allá ellas. No se lo prohibimos”, le dice De Bonafini a BBC Mundo.

“Pero el pañuelo blanco (que llevan las madres en la cabeza como símbolo) no va a ir nunca a un cementerio. Tiene que ver con la vida y no con la muerte”, agregó.
Almeida, en cambio, muestra la visión divergente del sector de madres que se separó en 1986.
“Yo quiero tocar los huesos de Alejandro antes de irme”.
“La opinión de la señora De Bonafini es muy respetable, pero nosotras queremos encontrar los restos”, afirma Almeida en conversación con BBC Mundo.
En la práctica, esta divergencia ha significado que la Asociación rechaza las tareas del Equipo Argentino de Antropología Forense, mientras que Línea Fundadora, las elogia.
Simbólicamente, las diferencias también se tradujeron en dos acciones completamente diferentes por cada lado.
“En nuestro pañuelo cada una lleva el nombre de sus hijos. Nosotras pedimos por los 30.000 (desaparecidos), pero es importante que cada uno tenga nombre y apellido”, dice Almeida a la vez que se quita el pañuelo y muestra el nombre y fecha de desaparición de su hijo Alejandro.
“Esto generó mucha discusión, por eso se fueron algunas de la Línea Fundadora”, comenta De Bonafini.

Cuestión monetaria
“Nosotras no queremos la lucha individual, ni la identificación. Lo que hay que identificar es el proyecto político de estos tipos (los militares que gobernaron entre 1976 y 1983)”, dice la presidenta de la Asociación.
“Es una conducta propia del capitalismo, de individualizar para hacer perder fuerza al colectivo. Cuando te juntas no te quieren, porque saben que votas después por una presidenta (en referencia a Cristina Fernández de Kirchner)”, señala.
Tras el retorno de la democracia se decretó la entrega de una compensación económica de US$275.000 a quienes hayan tenido un familiar desaparecido.

Desde 1981, se realiza anualmente la Marcha de la Resistencia. En aquel año, esta manifestación pública exigía la vigencia de los derechos humanos.
La Asociación rechaza este pago, mientras que Línea Fundadora no.
“Al firmar la reparación económica, te dicen que tienes que poner cuándo crees que murió tu hijo. Yo no puedo hacer eso porque no lo sé. Lo tienen que decir quienes se lo llevaron”, aseveró De Bonafini.
Y agrega: “seguimos pensando que lo que hicimos estuvo bien porque crecimos mucho”.
La Asociación de Madres de Plaza de Mayo ha tenido una evolución en la esencia de su reclamo.
Comenzó pidiendo saber dónde estaban sus hijos; luego la aparición con vida de los detenidos; y ahora castigo a los culpables.
Simultáneamente se convirtió en una asociación civil que fundó una universidad, una estación de radio y hasta construye viviendas de interés social (algo que le ha valido críticas de quienes afirman que perdió su esencia).

argentina_Hebe_de_bonafiniEl recuerdo presente
“Vamos a cumplir 35 años y no han sido en vano. Lo volveríamos a hacer. Nos llevaron a nuestros hijos”, asegura Almeida,
“Yo le doy mucha importancia a los cumpleaños redondos. Yo tenía 45 años cuando se llevaron a Alejandro. Cumplí 50, 60, 70 y ahora 80 y no sé nada. Sigo esperando”.
Algunos restos de desaparecidos han sido encontrados con el tiempo.

En 1985, se iniciaron los Juicios a las Juntas, pero pocos militares fueron sentenciados y luego fueron indultados.
Entre los identificados se encuentran las tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo: Azucena Villaflor de Vicenti, Esther Ballestrino y María Ponce de Bianco.
Las tres fueron secuestradas a finales de 1977, llevadas a la Escuela de Mecánica de la Armada, torturadas y luego lanzadas -presumiblemente con vida- desde un avión al Río de la Plata.
Los restos fueron encontrados al poco tiempo en las orillas del río y enterrados en una fosa común, hasta su identificación en 2003. Las cenizas de Villaflor fueron esparcidas en Plaza de Mayo.
“Ojalá no existiéramos las madres o los pañuelos. Ninguna eligió ser Madre de Plaza de Mayo, pero nos tocó”, dice Almeida.
“Gracias a dios tengo otros hijos, nietos y una bisnieta. Pero nadie reemplaza a nadie. La herida no se cierra”. (BBC)

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