Autobuses de calidad, color y fabricación mas variada recorren las calles de Asunción. La mayoría de los vehículos son maquinas retiradas de circulación en Brasil, así que su calidad y edad deja mucho que desear. Siendo turista en Paraguay les aseguro, menuda aventura es viajar con estos colorados monstruos. De hecho ya la categoría autobús también suena como ligera exageración. En Asunción se les llama colectivo u ómnibus.
Llegando de Europa lo primero que tenemos que olvidar son las paradas del colectivo. Aunque encontremos ciertas señales- posiblemente colocados en los años setenta- éstas posiblemente ya no reflejan el orden actual de las líneas del servicio.
En el caso de que queramos subir a uno de estas obras de arte, antes de todo tenemos que encontrar un sitio apropiado para que el conductor pueda parar el vehículo. Cuando en el horizonte aparezca la cara luciente de mil colores del antiguo Mercedes o Volvo, generalmente antes del número de línea, podremos ver la foto de la Virgen de Caacupé o Itacua. Después poco a poco podremos distinguir el numero también, si es el nuestro ya podemos hacer señas decididas con la mano para llamar la atención del conductor.
En el caso de que el chofer no esté haciendo carreras con otro bus, y se ralenta ya podemos saltar al vehículo, no vale la pena esperar que se pare del todo. Muchas veces solo ralenta justo lo necesario para subir, eso depende de las condiciones del trafico o del número de pasajeros que quieran subir. Ni quiero imaginar cómo se haría si uno desea subir con silla de ruedas. En Asunción no hay piso bajo continuo, ni rampa que se baje. Una de las muchas razones por la que tan poca gente se ve en las calles en silla de ruedas. La ciudad no simplemente no está habilitada para ellos.
Una vez en a bordo tenemos que pagar al conductor el boleto de aproximadamente G$2300. Por suerte los criterios de eficiencia y creatividad aquí también vienen por encima de las reglas: si no tiene cambio, el conductor no te bajará del bus por pagar por ejemplo G$3000 para dos personas. Este hecho creo que mucho más es debido a la benevolencia y entendimiento de los paraguayos que la falta de lealtad del conductor hacia su empresa.
Pagado el billete es recomendable agarrar la primera empuñadura porque ya vimos que el trafico en Asunción no es ningún juego de niños; aunque los buses sean antiguos, en manos de profesionales sorprendentemente rápido aceleran de cero a setenta al hora.
Los vehículos y las cabinas del conductor son maravillosos desde el punto de vista artístico. Los colectivos están pintados de todo tipo de colores vivos con muy buen gusto constituyendo verdaderas obras de arte. Los buses están bautizados de nombres tales como “Mi amorcito” o “Falcón Furioso”. El compartimento del piloto no puede faltar el termo y la guampa del tereré, a pesar de la prohibición del código vial.
La cabina está adornada más que un altar de iglesia. Las figuras de plástico obscenas junto a figuras de la Virgen o crucifijos, se compaginan perfectamente con imágenes del Che o de la Virgen de Caacupé. En la parabrisas encontraremos pegatinas con refranes tales como “Chófer casado no existe” y “Si dios esta con nosotros quien será contra nosotros” o “El bien nunca será vencido por el mal”.
Estoy sinceramente agradecido a los conductores de Asunción porque debido a ellos no me perdí totalmente en la ciudad en numerosas ocasiones. Siempre me avisaron cuando les pedí que me indicaran una u otra parada en el labirinto de calles que es Asunción. Obviamente ellos tampoco pueden acordarse de todo, ciertas veces con una sonrisa desarmante me comentaron que ya pasamos la parada hace 3 kilómetros así lo suyo seria que me baje. Bueno nada es perfecto, mejor tarde que nunca.
Una vez acomodados a bordo, al turista interesado se le presentan varias opciones de diversión y servicio. Es muy probable que el conductor o algún pasajero escuchen cumbias, y los auriculares no están muy de moda así que nosotros también podremos gozar de las melodías de la Sonora Dinamita, para decir un ejemplo. Empiezan los problemas cuando más de uno escucha la radio porque en aquellos casos es muy probable que el reggaetón de Don Omar compita con La Sonora o con el comentarista del partido Cerro-Olimpia, cosa que termina en una cacofonía impresionante.
Si se nos antoja música en vivo, es de esperar que encontremos duetos cantando guaranias a bordo, espectáculo del que nunca me cansaré creo.
En el caso de que tengamos sed, solo tendremos que esperar los vendedores que suben con gaseosas y aguas congeladas vendidas a precios bastante bajos, para el bolsillo del turista.
¿Se dio el caso que tenemos hambre? Para eso también hay solución. Son numerosos los vendedores de chipas o chocolate que ofrecen sus productos a los pasajeros hambrientos.Al parecer incansables suben y bajan de los colectivos con su pesada carga de refrescos, comida, dulces – muchas veces son jóvenes apenas mayores de 10 años, trabajando en pésimas condiciones y por miserables salarios.
Para tener una visión completa sobre el sistema de transportes de Asunción hay que destacar también que los buses emiten una cantidad de gases tóxicos que sobrepasan cualquier límite de emisiones de polución. El nivel del servicio es relativamente bajo comparado con los precio y son muy frecuentes los accidentes. Solventar estos problemas sigue siendo un imperativo que la dirección del urbe no ha sido capaz de resolver hasta el momento.
Seguramente día tras día subir a estos buses para ir al trabajo por la mañana no es muy agradable, sin embargo como turista los ocasionales treinta minutos que pase a bordo de un “Falcón Furioso” o “Mi amorcito” me quedará como una experiencia inolvidable.