Hasta hace poco, de una de sus paredes colgaba una placa con el nombre del benefactor que ayudó a financiar el templo: Heriberto Lazcano, generoso católico y según las autoridades, “El Lazca”, líder del sanguinario cartel de Los Zetas.
Al “Centro de Evangelización Juan Pablo II” le han bautizado como “narcocapilla”, el término con el que en México se conoce a los templos donados por traficantes de drogas.
Aquí, cada 2 de febrero se celebra una fiesta, se levanta un escenario y una banda toca corridos que hablan del “jefe de jefes”.
Todo bajo la mirada de una enorme mansión en lo lejos que, según los locales, pertenece a un gran capo.
Los obispos mexicanos han condenado estas prácticas, argumentan que el dinero del narco corrompe y está manchado de sangre, y que se trata de casos aislados.
La de Pachuca, Hidalgo, y más narcocapillas en pie en otras partes del país también forman parte del México que Benedicto XVI visitará este viernes.
El Papa llegará a León, donde el arzobispo pidió a los narcotraficantes que aprovechen este evento para arrepentirse por sus crímenes y dejar de matar.
Y es que el líder de los católicos se encontrará en su primer viaje a México con un país golpeado por la violencia, con cerca de 50.000 muertos tras una llamada Guerra al narcotráfico que también ha tocado a su Iglesia.
En algunos casos, como el de las narcolimosnas, porque la institución ha convivido con este fenómeno durante años, sobre todo en la zona norte del país.
“Sí hay muchas diócesis, por ejemplo en Sinaloa, donde está la tentación de ser cómplices, por la misma intensidad de la amenaza (del crimen organizado). Ese es un reto grande en la Iglesia”, asegura Angela Casas Méndez.
Esta monja trabaja ahora con religiosos colombianos que vivieron los peores años de la violencia en aquel país.
La Iglesia Católica busca aprender de esa experiencia para responder a las necesidades de las víctimas, ayudar a reconstruir el tejido social mexicano… y protegerse de los ataques.
Casas asegura que a los religiosos también les ha tocado arriesgar su vida por realizar su labor pastoral en zonas de conflicto.
“En Nuevo Laredo, a un sacerdote le balearon el templo, en Acapulco la situación es muy fuerte y la Iglesia está intentando organizarse. Todos se están viendo afectados de una u otra manera”, explica.
El Obispo de esta ciudad, Raúl Vera, se ha convertido en uno de los líderes morales de una comunidad afligida.
Pero es también, dentro de la jerarquía católica, el mayor crítico de la estrategia del presidente Felipe Calderón contra el crimen organizado.
“Los carteles se están multiplicando, el número de muertos crece, la corrupción está cada día más adentro… Cuando escuchamos hablar al presidente de que su estrategia está teniendo éxito pensamos o bien que lo tienen en una campana de cristal o que sencillamente es un mentiroso. Yo me iría por lo segundo”, denuncia.
La Nunciatura Apostólica confía en que la visita de Benedicto XVI pueda servir para terminar con el derramamiento de sangre.
Mientras, muchos católicos esperan que el Papa traiga un mensaje de paz, como el que parece colgar de las puertas de la narcocapilla en Pachuca. (BBC)