La mañana del 28 de noviembre de 2010, las Fuerzas Especiales Brasileñas, la Policía Militar, el BOPE (Batallón de Operaciones Policiales Especiales), la Policía Forestal, Policía Civil, Policía Federal y la Brigada de Paracaidistas del Ejército cercaron el Complejo Alemán, una de las mayores favelas de Brasil cuya población estimada es de 150.000 habitantes y es escenario de las más cruentas guerras de las drogas. El operativo militar coordinado se apoderó del lugar en dos horas mientras la policía atrapaba a 30 criminales buscados por la justicia incautando, al mismo tiempo, más de diez toneladas de drogas y armas. Los habitantes izaron la bandera nacional y estatal en señal de victoria en la “Guerra de Río de Janeiro”. El Complejo del Alemán, responsable de la recepción y distribución del 90% de las drogas en Río, estaba ahora en manos de las fuerzas de seguridad del país.
Actualmente, a pocos kilómetros al norte de los apartamentos de lujo de Leblon, no muy lejos de la playa de Ipanema, todavía se pueden ver los antiguos “microondas”. En esos lugares, hace un año, las bandas “cocinaban” a sus víctimas en pilas de neumáticos. La renta media mensual de una familia de la favela antes devastada por el narcotráfico es de R$ 257 (US$ 140) (más de tres veces menos que el resto de Río de Janeiro). Veintinueve por ciento de la población local lleva a casa menos del salario mínimo, y la expectativa media de vida del habitante de la comunidad es de nueve años menos que la de otro ciudadano carioca. Eso se debe, en parte, a una tasa de mortalidad infantil cinco veces mayor que la observada en la rica zona sur de la ciudad. El resto se debe a la larga historia de violencia y de pobreza de la favela.
Orígenes del Complejo del Alemán. Poco después de la Primera Guerra Mundial, Leonard Kaczarkiewicz, de Polonia, emigró a Brasil en busca de una nueva vida. Él compró varios terrenos al norte del centro de Río para crear una plantación. Los habitantes locales creyeron que era alemán, y el área pasó a ser conocida como Complejo del Alemán.
La construcción de la Avenida Brasil, en 1946, en medio a la campaña de nacionalización y de sustitución de importaciones e industrialización (SII), llevó a la apertura de muchas fábricas en torno al complejo, incluyendo Cortume Carioca, que se transformó en la mayor productora de cuero del país. Miles de trabajadores emigraron a la región en busca de trabajo, la mayoría de ellas venidas del área rural del nordeste brasileño. Percibiendo que había una oportunidad en el segmento inmobiliario, Kaczarkiewicz dividió sus tierras en pequeños lotes y los vendió a los trabajadores de las fábricas vecinas. Brasil, al igual que muchos otros países de América Latina, pasó por periodos de crecimiento lento y desigual a lo largo de las décadas de los 70 y de los 80, lo que llevó al cierre de muchas empresas de la región. El tráfico de drogas se convirtió en el negocio local principal, culminando con la profundización de la desindustrialización del complejo, ya que las empresas partieron en busca de lugares más seguros. Sólo la desindustrialización de los años 90 llevó a la pérdida de 20.000 puestos de trabajo en la región, a medida que el complejo entraba en decadencia.
Muchos atribuyen la explosión de población del Complejo y la proliferación de las bandas de drogas en la región al ex-gobernador Leonel Brizola. Las reformas llevadas a cabo por él en los años 80 llevaron a la favela servicios públicos y reconocieron los bienes inmuebles de la región, legitimándolos. Brizola prohibió la entrada de la policía en las favelas, permitiendo que las bandas prosperaran. Según Walmir de los Santos, “la nueva ola de inmigración estaba constituida por inmigrantes pobres del nordeste brasileño que venían en busca de trabajo. El problema era que no había empleo para esa gente, y las personas no tenían a donde ir. Sin educación y sin oportunidad de trabajo, muchos residentes locales tienen en las drogas y en las vida pandillera su única alternativa”.
El 2 de junio de 2002, Tim Lopes, periodista de Red Globo que investigaba el comercio de drogas y de sexo en el Complejo del Alemán, fue torturado y asesinado por pandilleros locales. El entonces presidente Fernando Henrique Cardoso condenó el crimen, y el jefe de policía de Río prometió darle una respuesta adecuada. Los brasileños ya no podían fingir que no veían lo que pasaba en el patio de su casa. Durante los siguientes ocho años, hasta la acción exitosa de 2010, la policía hizo varias incursiones e incontables batidas con relativo éxito, pero no fue capaz de sofocar por completo la violencia y el crimen en el Complejo.
Uno de los puntos bajos de la lucha del Gobierno contra el crimen tuvo lugar en junio de 2007. En preparación para los juegos Panamericanos, la policía emprendió una mega operación en el Complejo. Diecinueve personas fueron asesinadas por la policía en una operación condenada por Amnistía Internacional y por la Orden de los Abogados de Brasil. “Eran cerca de 1.300 hombres con todo tipo de armas, camiones blindados y chalecos antibalas”, recuerda Walmir dos Santos, líder comunitario en el Complejo. “Ellos mataron a 19 personas, algunas de las cuáles eran traficantes y otras simples habitantes, trabajadores”. (manana: 2. parte)