l partido conservador del primer ministro Viktor Orban fue el vencedor de las elecciones legislativas de este domingo en Hungría, donde el partido de extrema derecha Jobbik ha aumentado su bancada.Con el 93,12% de los votos escrutados, la Unión Cívica Húngara (Fidesz), el partido del hombre fuerte de este antiguo país del bloque comunista y miembro de la Unión Europea, ha obtenido el 44,61% de los votos.
Aunque los resultados son peores que hace cuatro años (52,7%), el partido de Orban conquistaría 133 escaños de los 199 del parlamento, una mayoría ajustada de dos tercios, según la comisión electoral que anunciará los resultados definitivos este lunes.
“Podemos decir con toda seguridad que hemos ganado”, dijo Orban a sus partidarios, antes de saber si su partido conservará la “supermayoría” que le permitió aprobar 850 leyes sin debate en el parlamento, tras una reforma de de la Constitución.
Jobbik, el partido de extrema derecha, antisemita y racista, consigue un 20,66% de los votos, un resultado superior al de 2010 cuando entró en el parlamento con el 17% de los sufragios.
La alianza de la izquierda liberal, mal organizada y casi inaudible durante la campaña, llega en segunda posición con el 25,73%, mas que los socialistas en 2010 (19,30%).
“No nos hacemos ilusiones: la derrota es humillante y es una gran decepción para los que querían cambiar de gobierno”, reconoció el que fuera primer ministro (2009-2010) Gordon Bajnai.
-“Sistema electoral injusto” –
Viktor Orban, un disidente anticomunista muy popular entre un sector grande de la población, ha reinado en solitario en el país estos últimos cuatro años.
“Estoy encantando (…), merecen cuatro años más por lo que han hecho en cuatro años”, declaró Reka Ferenczi, de 33 años, empleado en informática en Budapest que ha venido a escuchar a su héroe. Sobre todo, destaca, las ayudas a las familias endeudadas en divisas, un enorme problema en el país.
En cuatro años, el Fidesz ha logrado acallar a todas las instituciones y los contrapoderes en el país, como la prensa y la justicia, pero también la economía y la cultura.
Un control tentacular que ni las manifestaciones populares de 2011 y 2012 ni las duras advertencias de Bruselas ni las críticas de Estados Unidos han logrado resquebrajar.
Para no dejar nada al azar, el partido ha llevado a cabo una profunda reforma del sistema electoral, rediseñando, en su propio provecho, las circunscripciones en todo el país, desoyendo las críticas y las advertencias de analistas y de la oposición sobre lo “injusto” del sistema.
“Es como si el Fidesz tuviera que hacer 100 m y la oposición 400 m vallas”, deploró Gordon Bajnai antes del anuncio de los primeros resultados.
Fidesz es el único partido que no ha presentado un programa para esas elecciones. Su campaña ha girado esencialmente en torno a la reducción, muy popular, del 20% de los precios de la energía doméstica desde 2013, impuesto por su gobierno a los distribuidores, la mayoría extranjeros.
Esta reducción de las facturas, muy popular, ha hecho olvidar las brutales subidas de impuestos de los años anteriores. Con un 27%, el IVA que aplica Hungría es el más alto de la UE.
Orban también se ha atribuido la recuperación económica, aunque se debe principalmente a las excepcionales cosechas, la caída del desempleo (gracias sobre todo a una caída brutal de los salarios), la reducción del déficit público por debajo del 3% del Producto Interno Bruto (PIB), lograda gracias a la nacionalización obligada de los fondos de pensiones privados.
Ha encomiado asimismo su combate contra la supuesta rapiña de las compañías extranjeras, sometidas -con excepción de los fabricantes de automóviles- a una fuerte imposición. Por este motivo, las inversiones extranjeras directas se han volatilizado.
Unos 8,2 millones de electores estaban convocados a las urnas para elegir a 199 diputados en unos comicios de una sola vuelta.